Las colas son parte ya de nuestra idiosincrasia. Por una cuestión de organización fueron concebidas. En la actualidad son más frecuentes y más abultadas debido a la escasez de productos y al entendible temor de no perder la oportunidad de adquirirlos cuando se da la posibilidad.
Pero no se justifica el comportamiento inadecuado en ellas. Cuando más difícil es la situación, más organización se requiere, mayor contribución por parte de la población. El llamado “molote” en nada ayuda. Se ha demostrado que cuando un grupo de personas se organiza bien en una cola(ojo: sinónimo de “fila”, no de “tumulto”), todos compran más rápido.
Ser disciplinado. Esa es la premisa. Que no significa permitir a los indisciplinados que entorpezcan la organización, que se “cuelen” o que compren en más de una ocasión.
A esos se les combate con firmeza pero con método y ética; discutir o gritar no nos da mayor razón. Cada cual debe saber que los demás también tienen necesidad de adquirir el pollo, el aceite, el pan, el medicamento.
Si te llegó el turno en una cola para comprar bocadito valora cuántos vas a pedir. Quizás pensabas en comprar 10 pero miras la cola detrás de ti y los panes que quedan y apelas a tu conciencia. “No, deme solo tres, para que los demás alcancen”.
Eso también es “pensar como país”
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